Nicolás Maduro ha pretendido sembrar la idea, mediante una imponente y costosa campaña comunicacional, de que los exiliados, y toda la diáspora venezolana, nos encontramos fuera del país disfrutando de grandes cuentas bancarias. Muchos especulan sobre el estilo de vida de los exiliados, y quizá algunos han llegado a pensar que somos mantenidos por poderosos empresarios o políticos. Nada se aleja más de la realidad.
Me atrevo a decir que la gran mayoría, quizá más del 80% de las personas piensan que vivimos como ricos, en grandes casa, sin trabajar y con grandes carros estacionados, pero la verdad es otra. La verdad es que la mayoría de los exiliados vivimos una vida de refugiados, y no hablaré de los miles de casos que existen, les haré un resumen solo de mi caso.
Llegué a los Estados Unidos, a la ciudad de Miami, el 21 de Junio de 2014; vine por 15 días a entregar a congresistas del Gobierno norteamericano un informe donde se explicaba, mediante la presentación ordenada de distintas pruebas, los actos de terrorismo a los que nos han sometido los altos funcionarios del régimen de Nicolás Maduro. Luego de entregar dichos informes en las respectivas oficinas, y a pocos días de mi fecha de regreso, fue emitida Orden de Captura en mi contra; otra prueba de la ausencia de Democracia y abuso del Poder que se sufre en Venezuela. Cualquier cosa es válida para el Régimen cuando quieren silenciar nuestras voces.
Inmediatamente a la orden de captura siguió un allanamiento a la casa de mi Madre, ubicada en Rio Chico, exactamente el 10 de Agosto de 2014. Y en virtud de todo lo que ocurrió, me vi forzada a tomar la difícil decisión de quedarme en este país, con 10 $ en el bolsillo y la ilusión de algún día volver a mi querida Venezuela.
Mis amigos y familiares que sí conocen la odisea, constantemente me preguntan cómo he hecho para sobrevivir este año. Para esto he debido hacer muchas cosas, primeramente no pierdo la Fe en que Dios nunca me dejará sola. He suspendido mis estudios, forzosamente, pero he dignificado con mucho trabajo el agradecimiento por este país que me dió abrigo cuando mi vida corría peligro. He cuidado niños, he limpiado como nunca en mi vida, he trabajado con gente de buen corazón y también con gente de mala fe que dicen entender tu situación pero no lo demuestran con sus acciones.
Ha sido un año difícil, el primer consejo que escuchas cuando sales al exilio es que te olvides de Venezuela si quieres aspirar a tener una vida exitosa. Este consejo admito que no he podido seguir. En este primer año que tengo fuera de mi tierra, he dedicado las horas que puedo en acciones de apoyo y solidaridad con mis compañeros que siguen en pie de lucha en Venezuela.
Un año que también trajo estabilidad, después de mucho esfuerzo, mi propio carro (usado, pero rodaba), una habitación donde vivir y un trabajo, pero con la impotencia de ver en la distancia las injusticias que arreciaban contra mis hermanos venezolanos.
Cuando vi que mis compañeros en Venezuela habían iniciado una huelga de hambre para pedir la Liberación de nuestros amigos que han sido injustamente detenidos, con quienes he tenido el honor de luchar hombro a hombro a lo largo de todos estos años, decidí apoyarlos y dejar todo lo poco que tenía en Miami para alzar la voz desde la sede de la Organización de las Naciones Unidas en New York. Allí inicié una huelga de hambre que duró 6 días, junto con dos valientes compañeros, Eduardo Bavaresco y Antonio Rivero, donde solicitamos a las Naciones Unidas que exigieran a Maduro la Libertad sin condiciones de nuestros compañeros injustamente privados de Libertad compañeros detenidos, objetivo que logramos.
Esto trajo otra consecuencia, el régimen arremetió contra mi familia, mi mamá fue amenazada en dos oportunidades, abordada por funcionarios que le indicaban que me dijera que me callara, “o es que ella no recuerda que tiene un hermano de 10 años?”, le dijeron entre sus amenazas. Por esto tuvimos que tomar la dura decisión de que ellos también abandonaran el país.
Muy pocos amigos conocidos me han tendido la mano, los políticos nos dieron la espalda. Este último mes hemos sobrellevado momentos muy duros. Vendí mi carro para poder traerlos a USA, vivimos los tres (mi mamá, mi hermano y yo) en una habitación, dando gracias a Dios porque no lograron hacerles daño, y rogando salga de nuevo un empleo para comer y pagar la renta; La solidaridad de muchos Venezolanos que residen acá en Miami en momentos difíciles, y sus palabras de aliento, me han motivado e inspirado, porque son un ejemplo de la Venezuela solidaria y de buen corazón en la que creci.
No dejo de pensar que hoy somos miles de venezolanos que estamos en esta situación, en distintos países del mundo, con historias quizás parecidas a la mía, o tal vez peores. Cuántos Jóvenes en resistencia hemos demostrado con nuestras acciones, estos últimos 10 años, lo grande que es el amor y el compromiso que sentimos por Venezuela. Mi corazón sigue en mi tierra, y mi compromiso ahora es más grande.
A esos funcionarios que de manera criminal y mafiosa amenazaron a mi madre, les respondo, que sí pienso en mi hermanito, que hoy tiene solo 10 años, pienso constantemente en la Venezuela que él merece vivir. Él y todos los venezolanos que hemos sido benditos al nacer en esa tierra colmada de virtudes, pero que “por ahora” está infestada de malvivientes y delincuentes como los que la mal gobiernan. “Por ahora”, como un día vaticinó un mortal, porque pronto llega la hora de la Libertad para nuestro país. Ahora que se come miseria e inseguridad a diario, ahora es que se prueba el sabor de su revolución. Ahora que los jóvenes son torturados en las celdas de los organismos de seguridad nacional, cuando no hay harina ni para las hostias, pero sobra Fe y sobra moral para exigir el gobierno que aspiramos para nuestra amada Venezuela.
Estamos convencidos de que nuestra generación tiene mucho que darle al país y que el retorno de todos los exiliados será por la puerta grande, para ayudar a escribir este nuevo capítulo de nuestra historia republicana.
Quiero terminar citando este extracto de una carta de Rómulo Betancourt a su hija, Virginia Betancourt, desde Nápoles, en fecha 22 de enero de 1966: “Qué agarradora y fuerte y dominante es Venezuela. Haber nacido en ella es un compromiso; desarraigarse de ella es imposible. Eso lo siento yo en forma premiosa. Hasta comiéndome una lata de sardina sentía que eran las mejores del mundo”.
Josmir Gutierrez
@JosmirGutierrez
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