Joelvin Villarreal. |
Un
país cargado de ilusiones y utopías políticas no comprendió el momento
histórico que por aquellos días se vivió. El presidente Pérez, como cualquier
político, cometió errores y de eso no hay duda pero, el error más grande que se
cometió en la política de aquellos días fue precisamente darle muerte política,
no a la figura de Pérez sino; a la democracia.
Los
atajos políticos y el egocentrismo de algunos dirigentes, que de manera
inconsciente, al despotricar de los partidos, de la política, y de lo político;
fomentaron una trágica campaña entre el vulgo, cuyo resultado inevitable no
sería otro, más que clavar, firme en el pecho de la república, una puñalada al
sistema político. Quienes pretendieron vengarse, y acabar con la figura de
Pérez, por el contrario; abrieron las puertas a la sedición por otros
medios.
El
país político se cargó con una atmósfera revanchista, contraria al verdadero
espíritu democrático. Guardaron las formas, sí, pero en el fondo, el
aventurismo cortoplacista de una dirigencia política irresponsable y sesgada comenzó a abonar el terreno político para que en
menos de media década el país fuese entregado de brazos abiertos a la más grande
tragedia política de los últimos tiempos.
No
hubo un liderazgo consciente, o por lo menos no en demasía, que pudiese encaminar al
país y desmontar tan vil campaña. Las celebraciones populares ante los
acontecimientos y los gritos de gente en la calle atribuyéndole a los
golpistas del 92 aquel "milagro de justicia", no eran más que un inequívoco síntoma de una democracia
enferma y agónica.
La
actual crisis política que padece Venezuela debe tomar en cuenta aquellos
acontecimientos históricos para no volver a repetir errores políticos de
consecuencias catastróficas, pues las heridas y las consecuencias de tales
errores podrían llevar décadas en cerrarse. El revanchismo político, el egocentrismo
ciego de algunos liderazgos, y las salidas cortoplacistas, deben ser
enfrentadas de manera firme, y puestas
en el espejo de nuestra historia política contemporánea. No es sólo un
imperativo moral, sino que además; de ello depende realmente parte del futuro de
nuestra nación. Ya lo vimos el 11 de abril del año 2002, el bochinche político
de la dirigencia mal organizada, cortoplacista, y cargada de revanchismo
político fue lo que regresó a Chávez al poder.
Hay
que reconocerle a Carlos Andrés, aun a pesar de sus errores, esa visión
política de firmeza y serenidad ante aquellas circunstancias; que le
permitieron no alimentar con más leña esa inmensa hoguera donde se sacrificó al país. Hoy Venezuela necesita de una necesaria
visión política que permita la construcción de la salida que apague finalmente
la hoguera y que permita el entendimiento y la participación política de los
principales factores representativos de la sociedad, no es algo que a muchos
guste, pero es el verdadero camino a la paz y a la conformación de una
verdadera pluralidad democrática.
No
podemos seguir permitiendo el debilitamiento de las instituciones del
sistema político, en especial los partidos. Se nos es válido criticar e incluso
discernir de algunos liderazgos puntuales, lo que no se nos es válido; es
atacar a las instituciones democráticas propiamente. La histórica contemporánea
nacional ya ha demostrado en demasía las consecuencias de ese pernicioso ataque las instituciones democráticas: en la medida
que los partidos políticos se debilitaron, se fortaleció el poder del
pretorianismo.
Joelvin Villarreal.
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