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viernes, 4 de diciembre de 2015

La desesperanza

Javier Vargas
Javier Vargas.

Uno de los mayores sentimientos y de las mayores consecuencias que ha logrado el gobierno Venezolano ha sido la desesperanza. Todas sus acciones solo han llevado a la creencia de que ya no hay nada más que hacer que vernos morir como país, lentamente.

La desesperanza es la mayor arma de destrucción masiva que ha podido surgir de los laboratorios comunistas, mediante ella consigues que los ciudadanos dejen de luchar, dejen de resistirse y decidan obedecer por creer que no tienen opción alguna.

Esa creencia de que no hay más opción es la misma que usan los partidos actuales de “oposición’’ (oposición oficialista como la llama mi amigo Joelvin Villarreal en su artículo ¡Candelita que se Prenda, Candelita que se Apaga! http://librepensadoresdelzulia.blogspot.com/2015/10/candelita-que-se-prenda-candelita-que.html ) Para hacer creer a los ciudadanos que la última esperanza son ellos y que sus soluciones son las últimas que quedan en un país desesperanzado. Los que conocemos la realidad sabemos que este no es más que un método mediante el cual el régimen se asegura de que la real esperanza nunca surja, ya que ésta aflora solita en una mente con suficientes ratos de meditación al respecto (en quince años deben haber unos cuantos). En su lugar, los partidos políticos nos dicen “no, no piensen, nosotros ya estamos pensando por ustedes y ésta es la solución”. Entonces inflan como un globo las expectativas de los ciudadanos para luego tirarlos al suelo una vez más al verse todos derrotados en unas elecciones arregladas.

Muchas veces la desesperanza es algo con lo que, los que sabemos la verdad de la situación política en Venezuela, también debemos lidiar. No es fácil de buenas a primeras que te digan que tu única salvación de las garras del régimen es en realidad una garra más de éste que pretende doblegarte. Por lo menos cuando eres como yo, que fui sumergido en esta verdad mientras creía ingenuamente en los partidos políticos de oposición. Es como un balde de agua fría que hace que de súbito, todas las piezas encajen.

Aún más difícil para uno es, hacer ver a las demás personas ésta verdad. La mitad de las veces la desesperanza se va tornar en rabia, en odio, en incredulidad (“pero si tienes que ver como habla Lilian de sus hijos! Como va a ser una mentira?!”), los más calmados te dirán en su tono más desesperanzado “si no son ellos (la oposición) que nos queda? Qué más podemos hacer?” o te increpan en tono retador “si no te gusta su propuesta tu que tienes para ofrecer?” y créanme que la desesperanza está tan arraigada en la psiquis, que al explicarle con tono orgulloso que la mejor opción es organizarse y alzar la voz de manera voluntaria en contra de un sistema corrupto, se ríen y te dicen que es imposible o que eso tomaría demasiado tiempo. La desesperanza se ha vuelto tan intensa y el juego emocional con el que cargan cada evento electoral es tal, que hace pensar a las personas que de un sistema como éste, con raíces tan profundamente enterradas, se puede salir un lunes en la madrugada. Eso si deciden entregar resultados temprano.

La verdad es que vivir en Venezuela durante éste régimen debe haber vuelto rico a más de un terapeuta.

Decidí escribir éste artículo luego de darme cuenta que me echaría a toda mi familia y amigos encima si seguía diciendo la cruda verdad y que la razón de sus respuestas tiene que ver con la misma carga emocional con la que el régimen intenta llenar a todos los habitantes de Venezuela.

He aprendido que la realidad debe ser suministrada a dosis pequeñas y poco a poco, sembrando la semilla de la verdadera libertad y dejando que las personas por si mismas lleguen a la conclusión de que nadie más que nosotros mismos, los venezolanos, por voluntad propia, podemos detener esta locura comunista que pretende llamarse gobierno.

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