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domingo, 15 de noviembre de 2020

Especial #Perú | La agenda del caos. Ni más, ni menos.


La teoria del caos, y de la guerra asimétrica impulzada por el foro de sao paulo, nos demuestra que en tiempos modernos no hace falta ser gobierno para ejercer el gobierno. Manda quien tenga en sus manos el control del caos.

Los gobiernos de centro izquierda, algunos autodenominados derecha, ceden facilmente ante la agenda del caos. Incapacez o temerosos de imponer el orden, por miedo a ser estigmatizados a traves de ONGs de DDHH, terminan por entregar la política de Estado a la izquierda dura.

El fenómeno no es nuevo, y ya lo hemos visto recientemente en Chile. Allá el Presidente Sebastian Piñera entregó su gobierno desde el mismo día que "Chile despertó", y aún así, a más de un año de aquel evento, en Chile gobierna la agenda del caos.

Bajo el concepto de guerra prolongada y del pueblo, la izquierda dura ha logrado subvertir el orden político en Latam y pacientemente se aprestan al asalto total del poder a nivel continental. La debilidad institucional junto al discurso de la desigualdad social lo catalizan.

sábado, 14 de noviembre de 2020

El 11S y Venezuela en las elecciones de los Estados Unidos

Sacar esa declaración de Giuliani en estos momentos es clave para comprender que la batalla por el poder en la Casa Blanca pasa por quién se va a quedar con el control de ese Warfare State. Nada más y nada menos. 


¿Son las elecciones  libres en los EE.UU? Ya no... en razón de la Ley Patriota que determina que todo acto obedece a una Razón de Estado o Emergencia o de Excepción. Giuliani afirma que ~"Venezuela e Irán están detrás de los hechos del 11 de septiembre~" pero que no es más que un conflicto entre poderes internos en pugna política pues de eso depende frenar o dar rienda suelta a los planes tanto del islam político que yo vengo advirtiendo que la Teocracia persa es la absoluta responsable de la islamización mundial tanto como de una intervención militar en Venezuela. 


En el libro DE LA GUERRA de Karl Von Clausewitz, podrán comprender el concepto de la guerra absoluta que es considerada entre otras cosas, como una guerra comercial a gran escala. Por ahí también se incluyen en el análisis, los poderes reales y fácticos como la influencia de los lobbys para el diseño la política norteamericana en un sentido  u otro. Entre los que se cuentan como principales:


- el petrolero 

- el militar industrial 

-el AIPAC o judío - israelí 


Clausewitz decía que lo militar debe ser sometido a la política y que antes del desarrollo de una teoría de la guerra, había que desarrollar una teoría política y una teoría económica.


Y para mí, esa exigencia la tenemos resumida en el Tanque de pensamiento de los denominados neoconservadores o neocons en el que Huntington es uno de sus principales exponente de intelectuales junto con Leo Strauss, Irving Kristoll, entre otros.


Marcela De Vanna Parra. Politólogo.

viernes, 13 de noviembre de 2020

Nuevamente Trump: Los desafíos de la identidad nacional de los estadounidenses.

Joelvin Villarreal.
Los Estados Unidos de América no son una democracia, sino una república en su más amplio concepto de Estado. No existe en la constitución de ese país, ni en los papeles federales que la antecedieron, mención alguna sobre la democracia. Insistir en ese concepto dentro del sistema norteamericano es erróneo, y en ocasiones mal intencionado.

Las recientes elecciones en los Estados Unidos han develado el alcance de la pugna existente entre los intereses globalistas y los conservadores por el control de las instituciones políticas, especialmente la Suprema Corte de Justicia. Lo que está en juego a partir del 3 de noviembre de 2020 no es un cargo ejecutivo federal, el de la Presidencia, sino el concepto mismo de república.

En mi opinión, el enfoque narrativo que se ha esgrimido por parte de la campaña política del candidato demócrata ha sido dirigido en función de cuestionar la institucionalidad republicana con la cual se sostienen los Estados Unidos. Previamente a las elecciones, la Suprema Corte de Justicia se convirtió en el centro del debate político demócrata, y es que el planteamiento fundamental estuvo basado en la “necesidad” de ampliar el número de magistrados en el máximo tribunal federal. La elección de la magistrada Amy Conney Barrett en los términos y condiciones dispuestos en la constitución suscitó un debate desleal en función de cuestionar la legitimidad de la elección y posteriormente de la propia Suprema Corte. Se intentaron, además,  maniobras políticas de bloqueo al proceso, que finalmente no prosperaron.

Así mismo, a partir del debate suscitado el 3 de noviembre, se ha catalizado el cuestionamiento institucional a través del discurso producido desde la campaña demócrata con propósito del acontecimiento político. No solo se pretende minar la legitimidad de la Suprema Corte para dirimir la pugna electoral en base a legítimos reclamos surgidos por parte de la campaña republicana, sino que también, banalizar y satanizar lo derechos que corresponden al candidato Trump en tal sentido.

Se insiste en presentar una debilidad institucional en base a los reclamos del Presidente Trump debido al supuesto de la “necesidad” para cambiar en futuro próximo las reglas de juego electoral por cuanto el sistema “ha fallado”, siendo en este caso el colegio electoral lo más atacado en el discurso democrata. Yo no estoy de acuerdo con esa opinión. Mi defensa al sistema electoral norteamericano no está basada en una perfección inexistente en dicha institución para evitar fraudes, sino que por el contrario, siendo que el sistema puede ser vulnerado deja abierta la posibilidad de activar procesos institucionales, auxiliares, que permiten la verificación y corrección ante cualquier eventualidad. El sistema ha cumplido con su función.

De consumarse la pretensión discursiva demócrata, no tengo dudas, debilitaran la base institucional republicana, y a través del caos social presionaran en las cámaras para consumar su proyecto de ampliación de los magistradas de la Suprema Corte de Justicia e impulsaran luego los procesos de enmiendas constitucionales, siendo la segunda enmienda la primera víctima de dicha retorica.

Si bien es cierto, el partido demócrata está peleando la presidencia, su discurso está centrado en el debilitamiento institucional. Su aspiración contempla la concreción de un marco político convulso, propicio para ahondar en su agenda de transformación político-social de carácter globalista y profundamente antiamericana. Estamos en presencia de una pugna entre la América profunda y el multiculturalismo progresista: este escenario es, en sí mimo, y en su sentido más amplio, el desafío de la identidad nacional de los estadounidenses.