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miércoles, 9 de enero de 2013

¡Vulgar golpe de estado!


¡Vulgar golpe de estado!

El periodo presidencial de la republica bolivariana de Venezuela es de 6 años, en ninguna parte de la constitución aparece que el periodo sea “PRORROGABLE”, el hecho de que ocurriera una reelección del presidente en ejercicio no significa que deba ser omitido ningún acto solemne, además que el acto en si concluye el acto electoral, es decir, en ese momento cuando el electo presta juramento, es cuando se cumple la voluntad popular de ungir con poderes a un ciudadano para que cumpla las promesas de campaña y dirija los destinos de la nación por 6 años mas.
Ninguna ley puede ser llamada simple formalismo, y menos aun la máxima de todas las leyes, la constitución de la república  Todo tiene un propósito, el irrespetar lo establecido en los artículos constitucionales cualquiera que fuere, es una ruptura en la constitución es decir en la ley, dicho en castellano: ¡un vulgar golpe de estado!
En el pasado reciente he venido denunciando muchas arbitrariedades establecidas en esta constitución del 99, mas sin embargo respetando su normativa jurídica he propuesto mecanismos para su reforma o sustitución, pero jamás aun cuando no estoy de acuerdo con ella, he propuesto cosa semejante como un golpe de estado. Por el contrario son aquellos quienes se rasgan vestiduras defendiéndola y proyectándola como la mejor del mundo, los que hoy la irrespetan a su conveniencia.
Son ofendidos todos los venezolanos, mas aun los que votaron por Hugo Chavez, los que hoy ejercen efectivamente el poder, utilizan métodos de propaganda e ideologización con el propósito de manipular con el falso argumento de que ellos representan la voluntad de chavez. No muestran partes médicos serios, firmas, o cualquier tipo de prueba que demuestre fe de vida del moribundo dictador. Habrá que ver hasta cuando los chaviztas se comerán tal falacia.
Vivo o muerto, si el 10 de enero no viene a tomar posesión de su cargo, se entenderá como nulo el acto electoral, pues “la voluntad popular”  quería a Hugo Chavez en el poder no a sus compinches golpistas, por tanto debe ser convocada nuevamente a las urnas y que decidan a quien quieren ungir a falta del que fuere electo y no se presento, y este nuevo electo deberá ser juramentado para así concluir el acto electoral y respetar “la voluntad popular”
En consecuencia con lo anterior, guste o no, la constitución establece que deberá asumir Diosdado cabello en su condición de presidente de la asamblea nacional quien deberá convocar a nuevo acto electoral en un periodo máximo de 30 días, cualquier otro tipo de medida es contraria a la constitución.
Si gustan, chavez podría ser nuevamente su candidato de regresar a Venezuela y demostrar plenas condiciones de salud, ninguna ley se lo impide, lo que si impiden las leyes es lo que ha venido ocurriendo desde el día de ayer, la decisión de la Asamblea Nacional y del TSJ que rompe con la constitución y propinan ¡un vulgar golpe de estado!

lunes, 7 de enero de 2013

Epílogo a la edición de 2006 DEL BUEN SALVAJE AL BUEN REVOLUCIONARIO


APENDICE
Epílogo a la edición de 2006
Un libro que es también una bandera
Carlos Alberto Montaner

Hace casi treinta años, en 1976, apareció la primera
edición de Del buen salvaje al buen revolucionario,
escrito por Carlos Rangel, entonces un autor poco
conocido fuera de las fronteras venezolanas. Recuerdo
que recibí uno de los primeros ejemplares en mi
despacho de Madrid, enviado por su esposa Sofía Imber,
una extraordinaria mujer de quien tenía muy buenas
referencias transmitidas por ciertos amigos comunes
radicados en Caracas, quienes la admiraban y calificaban,
justamente, como “una auténtica fuerza de la naturaleza”.
Confieso que abrí el libro temiendo recibir una de las
típicas monsergas ideológicas de la izquierda
antidemocrática. De alguna manera, el equívoco título
prometía otro ataque al brutal imperialismo yanqui, al
colonialismo implacable, a las voraces multinacionales y
a la engañosa democracia formal. Esos eran el lenguaje,
los adjetivos y el enfoque al uso en esos tiempos post
Vietnam, en los que la URSS parecía ser el destino
glorioso e inevitable del planeta, y en los que Fidel
Castro y la revolución cubana se habían convertido en la
referencia venerada de la izquierda continental
latinoamericana. Sencillamente, en aquella época los
comunistas y sus aliados estaban venciendo en la Guerra
fría declarada en el mundo tras la derrota de nazis y
fascistas en 1945.

Maravillosa confusión. En la medida en que iba
leyendo se me iluminaba la mirada por la alegre sorpresa.
Desde el brillante prólogo de Jean-Francois Revel
resultaba evidente que estaba frente a un texto muy bien
escrito, dirigido contra la perniciosa tradición victimista
latinoamericana. Rangel denunciaba la falsedad esencial
de la teoría de la dependencia -algo que años más tarde
humildemente aceptaría Fernando Henrique Cardoso,
uno de sus más fervientes apóstoles, cuando dejó de ser
un sociólogo marxista para convertirse en el presidente
serio y moderado de Brasil-, colocaba la responsabilidad
de nuestros fracasos relativos sobre nosotros mismos,
revelaba las contradicciones doctrinales de los seguidores
de Marx, renunciaba a la versión infantil de una historia
de buenos y malos, y se atrevía a defender
apasionadamente los modos de vida occidentales,
incluidas la democracia y la economía de mercado que
habían transformado a ciertas naciones en los rincones
más ricos del planeta, criticando sin ambages la barbarie
totalitaria de izquierda, sin ignorar, por supuesto, al
autoritarismo de derecha, que también le repugnaba al
ensayista venezolano.
Tras la apresurada lectura del libro -apresurada por el
entusiasmo- le escribí a Rangel una carta llena de elogios
y le pedí permiso para incluir como pórtico a un libro
mío a propósito de los dos siglos de la fundación de
Estados Unidos, que estaba a punto de salir en Madrid,
200 años de gringos, una frase que me pareció
especialmente provocadora y audaz: “¿Y quién puede
dudar -decía Rangel- que de no haber existido esta
potencia democrática, guardián del Hemisferio (en su
propio interés, pero ése es otro problema) Latinoamérica
hubiera sido víctima en el siglo XIX del colonialismo

europeo que conocieron Asia y África; y más tarde, en
nuestro propio tiempo, de los imperialismos todavía
peores que ha conocido el siglo XX? Pero nada de esto se
toma en consideración a la hora de formular las hipótesis
de moda sobre las causas del atraso latinoamericano (y
del avance norteamericano), sino que se afirma sin
matices y sin contradicción que la influencia política,
económica y cultural norteamericana ha causado nuestro
subdesarrollo.”
Naturalmente, Rangel me respondió con un alegre
telegrama que selló para siempre nuestra amistad, me
autorizó a citar su texto, y poco tiempo más tarde me
pidió que presentara -“bautizara”, dicen los venezolanos 
la obra en Madrid, tarea que llevé a cabo con un inmenso
placer, entre otras razones, porque en España, tras la
entonces reciente muerte de Franco, estábamos en medio
de la transición a la democracia, y la confusión en torno a
la realidad latinoamericana era casi absoluta. Aunque una
buena parte de los españoles había abandonado la
mentalidad tercermundista, seguían vigentes los peores
estereotipos y prejuicios políticos sobre esa región del
mundo, y la obra de Rangel en alguna medida
contribuiría a aclarar el panorama.
A tres décadas de esa fecha, la pregunta inevitable es
por qué Venezuela, el país en el que toda la clase
dirigente leyó o tuvo noticia de la obra de Rangel, cayó
voluntariamente (por lo menos en sus inicios) en las
redes del chavismo, quintaesencia del tercermundismo
denunciado en este libro. Y la respuesta apunta a varias
razones: lamentablemente, el ensayo fue percibido como
una argumentación ideológica sin conexión con la
realidad nacional. Muy poca gente lo vio como algo que

también era: una severa advertencia contra el
aventurerismo político de la izquierda colectivista
antioccidental. En aquella Venezuela saudita de
mediados de los setenta, cuando el país crecía
exponencialmente, convirtiéndose en la meta y el sueño
no sólo de media América Latina, sino también de
bastantes españoles, italianos y portugueses, casi nadie se
daba cuenta de que una sociedad que mayoritariamente
abriga ideas equivocadas o juicios absurdos, acaba por
cometer serios errores. Como suelen decir los gringos: “si
uno no sabe adónde va, acaba por llegar al lugar
equivocado”.
Los venezolanos, como el resto de América Latina, sin
excluir a casi toda la clase dirigente incardinada en las
dos grandes formaciones políticas del país, tenían una
visión populista del poder y de la sociedad. Suponían que
la función del gobierno era planificar y mandar, no
obedecer las leyes y las instituciones. Pensaban que el
objetivo de gobernar era distribuir la riqueza existente,
sin potenciar las condiciones para que la sociedad creara
riquezas. Fomentaban la dependencia y no la
responsabilidad individual. Cultivaban el clientelismo
político de una ciudadanía que esperaba dádivas y
privilegios del partido de gobierno, ratificándole a la
muchedumbre, desde todas las tribunas, cátedras, y en no
pocos medios de comunicación, un mensaje en el que se
le aseguraba que era víctima del maligno despojo de unos
bienes que supuestamente le pertenecían por derecho
propio, y de los que era inicuamente privada, sensación
que se resumía en un curioso vocablo: a los pobres se les
comenzó a llamar “desposeídos”. Alguien -la burguesía,
el capitalismo, las clases medias, “los americanos”-
aparentemente le había quitado lo que era suyo a la gran
mayoría de los venezolanos sin recursos.
En esa enrarecida atmósfera ideológica, cuando por un
periodo prolongado cayó el precio del petróleo, a lo que
se sumó la pésima gestión de un sector público
legendariamente ineficiente, una parte sustancial de la
población se sintió frustrada y estafada por la etapa
democrática surgida tras la caída de Marcos Pérez
Jiménez en 1958. Muy poca gente se detuvo a pensar
que, con todos sus defectos y lacras, aquella criticada
Venezuela, víctima de la corrupción, la improvisación y
la mala gestión pública, sin embargo exhibía la historia
más larga de paz, prosperidad y desarrollo que había
conocido el país desde el establecimiento de la república.
No hay duda de que era una nación que padecía ciertos
problemas, pero no había uno solo que no se hubiera
podido subsanar dentro de las normas democráticas y la
racionalidad política.
Fue entonces cuando de una forma borrosa comenzó a
desintegrarse el consenso llamado puntofijismo. Fue en
esa época cuando la ciudadanía, de manera creciente (e
incosciente), empezó a soñar con la solución
revolucionaria. ¿Qué era eso? Era confiar en la
inveterada superstición de que un caudillo lleno de
buenas intenciones, rodeado de arcangélicos y dedicados
compañeros de lucha, ajenos a las corrompidas cúpulas
políticas convencionales, llegarían al poder para corregir
los yerros, castigar a los culpables y traer la riqueza y la
felicidad colectivas. De ahí que en 1992, cuando el
teniente coronel Hugo Chávez y otros militares golpistas
intentan derrocar por la fuerza al presidente Carlos Andrés Pérez
 y dejan tendidos en las calles a varios centenares de muertos, 
la reacción popular, en lugar de ser de indignación, es de complaciente aquiescencia:
según las encuestas de la época, el 65 por ciento de los
venezolanos dijo simpatizar con el cuartelazo. El mensaje
era transparente: en ese punto de la historia, un número
importante de los venezolanos ignoraba que la esencia de
la democracia y del Estado de Derecho no es el periódico
rito electoral, sino el humilde acatamiento a la ley,
incluso cuando nos sentimos profundamente
insatisfechos con la labor del gobierno.
El suicidio de Carlos Rangel en 1988 fue un duro golpe
no sólo para Sofía, su familia y sus amigos, sino para el
pensamiento latinoamericano y para todos los
venezolanos. Recuerdo, cuando fue derribado el Muro de
Berlín, sólo un año más tarde, que no pude evitar pensar
cuánto habría disfrutado Carlos la desaparición del
comunismo en Europa y el total descrédito del marxismo:
la historia había confirmado sus mejores razonamientos e
intuiciones. Sin embargo, estoy seguro de que habría
sufrido terriblemente a partir de la década de los noventa,
cuando Venezuela se colocó en un peligroso plano
inclinado y comenzó una deriva irresponsable hacia el
abismo.
En todo caso, la actual reedición de Del buen salvaje al
buen revolucionario es hoy un buen punto de partida para
iniciar un examen profundo de las razones que
condujeron a Venezuela al lamentable estado en que se
encuentra, y para buscar fórmulas que contribuyan a
rescatar al país de la creciente opresión que sufre,
precisamente por la imposición de las ideas que fueron
minuciosamente demolidas por Rangel. Cuando casi nadie 
se atrevía a defender la responsabilidad individual
y los valores occidentales, Carlos Rangel tuvo la valentía
de escribir esta obra señera. Ayer éste fue un libro muy
importante. Hoy debe servirles de bandera a los
venezolanos que no se resignan a perder las libertades.

Enero 8, 2006




sábado, 5 de enero de 2013

MANIFIESTO DEL FRENTE INSTITUCIONAL MILITAR A LA FAN



Compañeros de armas:

Nuestro país enfrenta una de las más delicadas crisis políticas de nuestra historia. La grave enfermedad que aqueja al presidente de la República y la forma indebida como ha venido siendo enfrentada por los poderes públicos mantiene a nuestro pueblo en un estado de incertidumbre que influye negativamente en todas las actividades de la Nación y en la tranquilidad ciudadana. Esta crisis política se amplía peligrosamente al ser Hugo Chávez el presidente electo de la República y tener que juramentarse para ejercer sus nuevas funciones, el 10 de enero de 2013, por finalizar el anterior período presidencial. Los venezolanos aspiran que esta compleja situación nacional se resuelva en paz y con total apego a la Constitución Nacional.

La Fuerza Armada conoce perfectamente que el único responsable de la actual situación que vive nuestro país es el propio Hugo Chávez, que engañó a nuestro pueblo al decir que se encontraba en perfecto estado de salud, cuando conocía que su enfermedad le impediría ejercer las exigentes funciones de presidente de la República. Es imposible dejar de señalar que esa responsabilidad se amplía al haber violado, en el año 2008, la Constitución Nacional para imponer la reelección indefinida, irrespetando el principio constitucional de la alternancia republicana. No se puede olvidar que los resultados electorales del 7 de octubre de 2012 se vieron favorecidos indebidamente por el abuso de poder y un descarado ventajismo que los ilegitima totalmente.

Esta situación política se hace aún más complicada y difícil de resolver por la inaceptable intervención del régimen cubano en nuestros asuntos internos. No es sólo la ilícita presencia de funcionarios de dicho gobierno en el ejercicio de altos cargos en el Estado venezolano, sino el rumor, no desmentido por el gobierno nacional, de la existencia de unidades militares cubanas en nuestro territorio. La opinión pública ha venido señalando que la escogencia de Nicolás Maduro como posible candidato del PSUV se realizó por presiones personales de los hermanos Castro sobre Hugo Chávez que buscan garantizar, de esa manera, el apoyo económico a la revolución cubana y su injerencia en la toma de decisiones políticas que son de exclusiva responsabilidad soberana de los venezolanos. Los elogios y hurras a la figura de Fidel Castro realizados públicamente por Nicolás Maduro ratifican ese criterio.

La Fuerza Armada siempre ha enfrentado con acierto los grandes retos históricos que se le ha presentado al interpretar cabalmente el sentimiento nacional. La grave crisis política que vive Venezuela exige que la Institución Armada mantenga un necesario equilibrio entre todos los grupos sociales y políticos para poder ser factor de unidad de nuestro pueblo. Los venezolanos viven tiempos de gran incertidumbre y angustia. Dolorosamente, las declaraciones de algunos integrantes del Alto Mando Militar, violatorias del contenido del artículo 328 de la Constitución Nacional, han debilitado su credibilidad y autoridad moral limitando su capacidad para poder influir en la solución de la compleja situación nacional.

La Fuerza Armada debe entender que nuestro pueblo aspira a que el 10 de enero de 2013 se cumpla cabalmente con el artículo 231 de la Constitución Nacional que establece la obligación del presidente electo de juramentarse ese día ante la Asamblea Nacional. En caso de no ocurrir, debido al grave estado de salud del teniente coronel Hugo Chávez, se requiere cumplir en su totalidad con el contenido del artículo 233 de la Constitución Nacional que regula las faltas absolutas del presidente de la República y permite designar una Junta Médica por el Tribunal Supremo de Justicia para determinar si se encuentra en capacidad física y mental para ejercer las funciones de presidente de la República. Mientras la Junta Médica da su diagnóstico debe encargarse del poder Ejecutivo el presidente de la Asamblea Nacional.
El Frente Institucional Militar, ante la compleja situación nacional, exhorta a nuestros compañeros de armas a cumplir cabalmente sus deberes militares y respetar plenamente la Constitución Nacional. Así recibirán el reconocimiento de todos los sectores nacionales sin distingos de ideología política y cada uno de ustedes tendrá su consciencia tranquila ante la certeza de que cumplieron sus obligaciones con Venezuela y la Fuerza Armada Nacional.
Caracas, 3 de enero de 2013
Firman:
General de División (Av) Manuel Andara Clavier
General de Brigada Miguel (GN) Aparicio Ramírez
Coronel (Ej) Otoniel Arellano Pérez
General de División (GN) Felipe Arrieta Ávila
General de División (GN) José Barrios Dulcey
Contralmirante Elías Buchszer Cabriles
Coronel (Ej) Rubén Darío Bustillos Rávago
Capitán (GN) José Carrero Marquina
Coronel (GN) Manuel Codecido Núñez
General de Brigada (GN) Antonio Contreras Escalante
Coronel (GN) Omar Dávila Flores
General de Brigada (Ej) Teodoro Díaz Zavala\
Coronela (GN) Dido Cabrera Bustillos
Coronel (Ej) Mario Fajardo Lobato
General de División (GN) Landis Ferreira Zambrano
General de Brigada (Ej) Juan Ferrer Barazarte
Coronel Campo (Av) Elías Flores Serpa
General de Brigada (GN) Simón Figuera Pérez
General de Brigada (Ej) Evelio Gilmond Báez
Mayor (Av) Luis Hartmann Ruiz
General de Brigada (Ej) Juan Antonio Herrera Betancourt
Vicealmirante Rafael Huizi Clavier
General de División (Av) Jesús Emilio Hung Abreu
Vicealmirante Julio Cesar Lanz Castellanos
General de División (Ej) Fernando Ochoa Antich
General de División (Ej) Rafael Montero Revette
Coronel (GN) Luis Lara Santamaría
Teniente Coronel (Ej) Jesús López Planchart
Teniente de Fragata Pedro Armas Barrios
Contralmirante Cesar Manzano Zavala
Coronel (Ej) Alexander Mazniak
General de Brigada (Ej) Rubén Medina Sánchez
General de División (Ej) Andrés Medina Torcat
General de División (Av) Raúl Morales
Vicealmirante Antonio Pérez Criollo
Capitán de Navío Pedro Rafael Betancourt
Capitán de Navío Gonzalo Merino Valeri
Coronel (Av) Ángel Rodríguez Campos
Teniente Coronel (GN) Edgar Rodríguez Vicentelli
General de Brigada (GN) Domingo Rojas García
Capitán de Navío Julio Sánchez Correa
Coronel (Ej) Luis Enrique Sucre
Coronel (Ej) Luis Sucre Párraga
General de Brigada (Ej) Cesar Ramos Álvarez
Vicealmirante Jesús Enrique Briceño García
General de Brigada (Av) Eduardo Caldera Gómez
General de Brigada (Av) Sánchez Toro
Coronel (Ej) Juan José Rendón
Capitán de Navío Eduardo Ovalles Campero
Teniente de Fragata Gerardo Maldonado Camera
Capitán de Navío Rubén Piña Saa
General de División (GN) Enrique Prieto Silva
General de Brigada (Av) Cristobal Rodríguez
Capitán de Navío Javier Sánchez Pereira
Capitán de Navío Carlos Lavado Mottola
Vicealmirante Andrés Brito Martínez
Contralmirante Cipriano Salazar Aquino
Coronel (Av) Pedro Soto
Teniente Coronel (Ej) César Augusto Becerra Lujan
Coronel (Ej) Ángel Serrano
Coronel (Ej) Carlos Barito Grana
General de Brigada (Ej) Gregorio Andrade Andrade
Teniente Coronel (Av) Jesús Luna González
Coronel (Av) Gerardo Ponce Arriechi
Coronel (Av) José Malave García
Coronel (Av) José Rodríguez Aponte
Teniente Coronel (Ej) Jesús Rojas Díaz
Coronel (GN) Hidalgo Valero
Coronel (GN) Luis Morales Parada
General de División (GN) Marco Pacheco Melgarejo
General de División (Ej) Vicente Narváez Churion
Continúan otras firmas en depósito…

En estos momentos Venezuela no tiene presidente constitucionalmente en ejercicio. Ni titular ni encargado. El art. 18 de la Constitución establece que el asiento del órgano del Poder Nacional es Caracas y podría alternarse en otras regiones del país, pero jamás fuera de Venezuela. Por tales motivos creo que estamos en presencia de un vacío de poder, que ha sido suplantado por los hermanos Castro, desde Cuba, quienes han asumido directamente el gobierno de Venezuela a través de un “Títere” llamado Nicolás Maduro, quien se ha prestado para tan vil traición. Carlos Arosemena. carlosarosemena857@gmail.com

Art. 328 DE LA CONSTITUCION NACIONAL: “La Fuerza Armada Nacional constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política, organizada por el estado para garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la integridad del espacio geográfico, mediante la defensa militar, la cooperación en el mantenimiento del orden interno y la participación activa en el desarrollo nacional, de acuerdo con esta Constitución y la ley. La FAN está integrada por los componentes Ejército, la Armada, la Aviación y la Guardia Nacional.

NOTA: EN NINGUNA PARTE DE ESTE ARTICULO SE MENCIONA A LAS “MILICIAS NACIONALES BOLIVARIANAS” NI A “LOS GUARDIANES DEL PUEBLO” CON LOS QUE SE QUIERE REEMPLAZAR A LA GN COMO COMPONENTES INTEGRANTES DE LA FAN, POR LO TANTOS SON INCONSTITUCIONALES Y DEBE SER ACTIVADA SU DENUNCIA HASTA LOGRAR SUS RESPECTIVOS DESMANTELAMIENTO.