Ha colapsado el régimen sirio de Bashar Al Assad y con ello se confecciona una nueva geometría del poder en oriente medio y Asia Central: se consolida el proyecto pan-turquista e imperialista del régimen turco a la cabeza de Erdogan; se materializa el ocaso del régimen de los Ayatollah; debilitamiento de la proyección de poder ruso; los Talibanes desestabilizan a Pakistán y por ende sabotean a China y su proyecto de la franja y la ruta; e Israel expande su perímetro de seguridad.
Hace poco menos de tres meses cualquier analista serio daba por hecho que el régimen de Bashar Al Assad había logrado, con ayuda de Rusia e Irán, contener las amenazas internas y externas conjugadas para su derrocamiento. La readmisión de Siria en algunos organismos internacionales, e incluso los viajes de Assad al exterior, daban cuenta de una percepción generalizada sobre su triunfo frente a la adversidad. Sin embargo, en geopolítica nada es permanente, y el cambio violento del panorama estratégico regional forzado por los acontecimientos en Oriente Próximo configuró la oportunidad para que Turquía finalmente se hiciera del control de Siria a través de sus proxys.
Erdogan ya venía avanzando en el Cáucaso, forzando las líneas del norte de Irán; recordemos la importancia geoeconómica y geopolítica que tiene para los persas el paso de Zangezur y las disputas étnicas con los azeríes. En razón de lo anteriormente mencionado, se ha proyectado la posibilidad de que Turquía e Israel hubieren planificado, y de facto apadrinen una confrontación mucho más amplia entre Azerbaiyan (Títere de Erdogan) y Armenia, para que en el desarrollo de los acontecimientos poder involucrar de forma directa a Irán. Los turcos avanzan así en su proyecto expansionista neo otomano y pan-turquista, aprovechando el ocaso del poder pérsa; mientras que Israel asesta golpes mortales a su archirival regional obligándole a disponer de sus cada vez más escasos recursos económicos y militares restando así al régimen de los Ayatollah sus capacidades en los frentes abiertos de Oriente próximo. Por supuesto que Azerbaiyan en su papel de proxy no solo gana territorios en Armenia, sino que pudiera hacerse de una gran extensión de los territorios azeries de Irán, sin embargo; para esto último si se requeriría una intervención más directa y decidida de Turquía, poco probable de momento.
El cuadro descrito en el párrafo anterior no solo afecta directamente a Irán, sino que también desestabiliza y debilita la influencia de Rusia en el Cáucaso y el Asia Central. Desde la derrota aplastante de Armenia en 2020, y la posterior incursión azerí de 2023 que se estima desplazó a cerca de 100 mil armenios de la región del Nagorno carabaj, mucho se ha cuestionado del papel de rusia en la región y su imposibilidad de impedir la consecución de los objetivos turcos en la región. Particularmente se vieron impedidos de actuar como fuerza disuasoria durante la incursión relámpago de 2023 llevada a cabo por los azeríes. Armenia ya ha anunciado su intención de abandonar los acuerdos y organizaciones de seguridad donde participa con Rusia. Volviendo a siria 2024, poco pudieron lograr los rusos para impedir el colapso precipitado de las líneas de defensa militar y políticas que sostenían al régimen sirio de Bashar Al Assad. Se evidencia entonces un debilitamiento de la capacidad efectiva de Rusia para disuadir a sus competidores regionales e inclusive a sus adversarios directos sobre respetar las líneas rojas impuestas por el kremlin, los objetivos de seguridad, e intereses políticos y geoeconómicos que las acompañan. A pesar de todo lo anterior, no podemos obviar que la influencia de Moscú en África y en el territorio Georgiano se ha mantenido inquebrantable, y no en menor medida en la zona de influencia natural y perímetro de seguridad de los Estados Unidos de América: Cuba, Nicaragua, y Venezuela. Así mismo ha fortalecido lazos comerciales importantes en el Indo-pacífico que contrarrestan las sanciones de occidente.
Los talibanes del Asia Central, hoy poder político de Afganistán, configuran un eslabón importante dentro de todo este análisis, aunque parecieran estar distantes del panorama antes descrito, se han convertido en actores de desestabilización que inclinan la balanza de uno u otro bando inmerso en la confrontación geopolítica antes descrita. Tal como se había planteado años recientes en este blog, los talibanes constituyen una amenaza directa para la estabilidad de Pakistán y los planes de China sobre la franja y la Ruta. Financiados por agencias de inteligencia de la India y Estados Unidos los talibanes se han encargado de generar situaciones de máxima tensión en las fronteras persa y pakistaní, recordemos los enfrentamientos armados con Irán y ahora en días recientes repiten la formula con Pakistán. Estas eventualidades que lucen aisladas y poco serias en realidad van a sumar píldoras de desestabilización con efectos perniciosos en el mediano y largo plazo especialmente para China y sus proyectos en la región. Los talibanes podrían en un futuro próximo repetir estas incursiones directamente en su frontera con China tomando como punto de apoyo la causa del pueblo Uigur (hermanos islámicos). Así mismo comparten frontera con los pueblos turcomanos, situación que podría ser aprovechada por quienes tienen interés de torpedear el proyecto neo-otomano de Erdogan. Por lo pronto el talibán constituye una importante herramienta de desestabilización al servicio del mejor postor, que de momento parecieran ser los servicios de inteligencia norteamericano e indio.
Finalmente, el actor estelar de todas estas reconfiguraciones en la región del Cáucaso y oriente próximo ha sido Israel, si bien es cierto Erdogan avanza rápidamente en su proyecto de expansión y ha venido aprovechando las circunstancias de la guerra de Ucrania, este último avance sobre Siria no hubiera sido posible sin las actuaciones enérgicas de Israel en contra de las amenazas existenciales que azotan sus fronteras. La acción decidida de Israel contra Hamas en Gaza, Hezbollah en Líbano y los llamados movimientos de la resistencia islámica en Siria, Irak, e incluso Yemen; obligaron a la reacción iraní y la posterior confrontación directa con los hebreos que terminó por constituir los elementos decisivos para el colapso de la influencia persa sobre el gobierno de Al Assad y posterior retiro de Hezbollah de Siria. El colapso del régimen de Al Assad forzado por los turcos al ver estos la imposibilidad de Irán en ayudar con sus milicias le brindó la oportunidad a Israel de expandir su frontera norte incluso más allá de la línea desmilitarizada de 1974. La Republica Árabe de Siria desapareció junto al régimen de Bashar, en tal sentido cualquier también murió acuerdo que hubiese entre ambos Estados. Nos encontramos entonces en un panorama donde de facto las fronteras israelíes han cambiado, no solo ocupan la totalidad de Gaza, sino que también se han hecho de territorios en Líbano y Siria. Ahora bien, los israelíes se enfrentan a nuevas amenazas existenciales, mucho más complicadas inclusive; sus nuevas fronteras colindan con movimientos yihadistas sunníes utra radicales cuyo orígenes se remontan a Osama Bin Laden, es decir, AL Qaeda y que fueron en su momento parte activa de ISIS. Aunado a ello, la situación en Gaza produjo un efecto radicalizado en la narrativa de Oriente medio que alcanzó a importantes lideres de Estado, entre ellos Erdogan; en este punto comienzan las divergencias entre los intereses de ambos Estados. Tenemos a un Erdogan con un discurso cada vez más radicalizado en busca de apoyos populares pero que tienen un efecto en la política internacional y lo hacen cada vez más dependiente o mejor dicho prisionero de su propia narrativa anti judia. La consecuencia inevitable, estando así el panorama, es la de una confrontación a mediano plazo entre Turquía e Israel; así lo ha entendido el Comité Nagel (establecido por el gobierno) el cual “insta a anticiparse a un potencial conflicto militar con Turquía”.
En conclusión, la geopolítica es dinámica, así es su naturaleza, los intereses entre los actores regionales y la colisión de sus proyectos hacen que los amigos de hoy sean los enemigos del mañana, y viceversa. Es muy común observar hoy día conflictos donde dos actores colaboran mutuamente en determinado objetivo y, al mismo tiempo se enfrentan, incluso violentamente, en otro. El mejor ejemplo es este donde Israel y Turquía colaboran en distintos escenarios contra Irán; pero son antagónicos respecto al tema “palestino” y la expansión turca en dirección a Oriente Próximo.
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