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martes, 3 de abril de 2018

PERÚ BAJO FUEGO



La renuncia del presidente PPK a la primera magistratura nacional del Perú podría generar consecuencias graves para la política de esa nación en el largo plazo.

Conforme a los principios éticos de la política el presidente PPK, quien ha sido acusado de múltiples casos de corrupción, decide finalmente ceder ante las presiones de sus adversarios políticos en aras de contribuir a la estabilidad política del Perú, sin embargo; y a pesar que desde un punto de vista muy superficial la renuncia del PPK pretenda demostrar ante el mundo la solides y transparencia virtuosa del sistema democrático peruano, una mirada más profundo nos muestra todo lo contrario: una débil institucionalidad de Estado que está bajo fuego permanente de quienes, a través del neo-comunismo internacional, pretenden transformar al estado peruano en una nueva Venezuela.

PPK debe rendir cuentas ante la justicia, de eso no caben dudas, pero una cosa es rendir cuentas por delitos cometidos, es decir; justicia, y otra muy distinta es el revanchismo, la venganza, y el linchamiento político, porque en ese caso el daño no será contra PPK, sino contra la propia institucionalidad peruana.  Tenemos como precedente, y salvando sus diferencias, el caso del juicio contra CAP en Venezuela.

Quienes hoy pretenden dar lecciones de moral política desde el congreso peruano son tan culpables como el mismo PPK de haber recibido sobornos e incluso de haber estado incursos en otros delitos. El actual clima de ingobernabilidad que se ha presentado en el Perú abre las puertas y abona el terreno político para que elementos disociadores puedan asaltar el poder tal como lo hizo el chavismo en Venezuela.

Perú está bajo fuego enemigo: sus instituciones comienzan a quebrarse desde lo más profundo de sus bases, hay que apagar el incendio antes que sea tarde. En una democracia, y tomando en cuenta las actuales circunstancias políticas y geopolíticas, es siempre preferible dejar que el gobernante cumpla con su periodo constitucional, y luego juzgarlo.  No se trata de abogar por los corruptos en el mando, sino de salvaguardar políticamente a las instituciones del Estado, aun más, cuando son frágiles y están bajo contante acecho por parte de las hordas del neo-comunismo internacional.

Perú fue salvado de sendero luminoso, de una forma muy dura sin dudas, pero preferible al infierno que hubiese significado la llegada al poder de los conducidos por Abigail Guzmán. Hoy son los reductos de aquellos demonios quienes piden juzgar a los militares que salvaron al Perú, a todos quienes desde su posición contribuyeron a la salvación de su nación. Amparándose en la fachada de los DDHH y de la “justicia” pretenden ir contra quienes impidieron sus fechorías y se convirtieron en muro de contención política frente a la barbarie, y en la búsqueda de ese sendero han ido socavando la institucionalidad peruana desde su propia base.

Estemos claros, muchos de quienes han ido generando este clima de ingobernabilidad contra PPK, contra los Fujimori, no lo hacen por caminos correctos de justicia, sino todo lo contrario; venganza y revanchismo político. No se puede creer en las buenas intenciones de quienes bajo la excusa de la justicia y la moral política generan climas adversos al propio Estado de derecho y la democracia de su país,  pues estos personajes terminan siendo títeres de un poder peor que el mal que supuestamente alegan combatir.

El presidente Pedro Pablo K. al renunciar a su cargo, lejos de contribuir a la estabilidad de su país, ha enviado una señal de debilidad institucional frente al totalitarismo que yace en lo más profundo, no de sus adversarios políticos, sino más bien de los enemigos del Perú libre, su renuncia será usada, por lo tanto; como leña para alimentar aun más el fuego que consume a la débil democracia peruana.
Le toca al sucesor de PPK mucha fortaleza y astucia política, debe lograr la cohesión política y moral necesaria para enfrentar las intenciones totalitarias del enemigo que yace oculto, convertir esa cohesión en fuerza de contención y, a partir de allí; corregir las debilidades de la institucionalidad, blindarlas, y mantenerlas inequívocamente en el camino de la democracia liberal.


Joelvin Villarreal V. Cs Políticas URU

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