Las ideas socialistas dominan los espacios políticos, económicos, culturales, e incluso religiosos. Es indiscutible el éxito de los movimientos de izquierda a nivel global, estos representan en el contexto actual a las élites dominantes. De allí que la socialdemocracia se presenta como la opción de derecha frente a la izquierda radical o revolucionaria; el conservadurismo, cuando aparece, se le sataniza con el descalificativo de “ultra derecha”.
Colombia no escapa a esta realidad política y cultural de la actual sociedad occidental y latinoamericana. Así tenemos al uribismo, opción política que se presenta como “la derecha”, frente a las corrientes revolucionarias representadas en la figura del Sr. Petro.
Antonio Gramsci, Felix Guattari, Foucault, entre otros bajo la influencia nefasta del pensamiento marxista construyeron el esquema teórico pragmático de la actual revolución en curso. Tanto el uribismo como el petrismo adoptan esta línea de pensamiento: Ambos movimientos aceptan la intervención del Estado en materia de educación, salud, deportes, cultura, planificación económica centralizada. Comparten aspectos importantes de las agendas ecologistas, indigenista, feminismo, diversidad sexual, entre otros afines. Solo que difieren en su dimensión y ejecución.
En la medida que estas ideas van madurando en el colectivo colombiano, e impulsadas por una incesante maquinaria de propaganda, se observa la radicalización de las mismas, especialmente entre los jóvenes universitarios. El resultado inevitable es el estallido de múltiples demandas sociales que, en su contexto más amplio, constituyen una reacción revolucionaria.
La revolución en curso tiene una característica predominantemente molecular, es decir, no hay una estructura jerárquica establecida, ni mando unificado que le de dirección; sino que es ante todo anárquica, se alimenta del caos, y se moviliza en base a un componente homogeneizador: el discurso de la desigualdad social.
No importa cuanta diferencia y rivalidad exista entre los movilizados, de acuerdo a sus intereses de grupo, cada uno de ellos logra identificarse como: enajenado, excluido, desposeído, víctima del sistema. Es el resentimiento social hecho discurso político.
La situación será aprovechada por las élites dominantes, y las masas serán manipuladas hacia el interés de aquellos que logren hacerse con la representación más radical de ese discurso y de quien garantice el retorno del orden frente al caos: El caudillo protector personificado en pueblo vengador.
Joelvin R Villarreal V.
Politólogo.
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