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martes, 12 de noviembre de 2019

Guerra civil molecular: ¿la posible secesión de Venezuela?

Joelvin Villarreal

Nuestros políticos fracasados y sus asesores descalificados no ven la gravedad de los síntomas que se han presentado en Maracaibo a través de los lanzamientos de granadas ocurridos en días recientes. Ellos solo contemplan lo simple ante su incapacidad estratégica y visión global del tablero. 

Respuestas ligeras, y convenientes, solo sirven para adornar la verborrea diaria de quienes se hacen llamar dirigentes políticos pero que no tienen nada que ofrecer a una ciudadanía confundía, diezmada, sumida en la miseria, y en un estado de letargo gravísimo. No hay respuestas, solo discursos vacíos, consignas trilladas, y muchísima habladera de lo que come el burro.

Los recientes ataques con granadas van más allá de la extorsión ejercida por grupos criminales, se trata de un peligroso esquema de terrorismo que va en ascenso. Su autor, o autores intelectuales, no han elegido al azar sus blancos, y cada uno de ellos está cargado en el fondo de un simbolismo político fundamental que atenta contra las bases del orden social. Veamos:

Cadena de distribución de alimentos: Supermercados, dueños de industrias alimenticias. Cadena de distribución de medicamentos: Farmacias. Centros recreativos: Centros de apuesta, heladería, discoteca.

A simple vista parecen ataques desordenados pero, en un análisis detallado se observan patrones que tienen por objetivo crear sensación de inseguridad colectiva (terror). Se pretende aislar a la población, someterla a nuevos niveles de presión social, detonar reacciones favorables a los intereses del grupo atacante. Hay mucha política y grupos de intereses detrás de todo ello.

Va en proceso de escala porque aun la colectividad no percibe los ataques como propios, sino contra terceros; lo ven ajeno a su entorno. Ahora bien, el escenario irá evolucionando a medida que los blancos se vayan diversificando. Centros educativos: ¿hay seguridad para mí, o mis hijos en escuelas, liceos, universidad?; Centros religiosos: Iglesias, templos. ¿La feria?; Centros hospitalarios: Clínicas, Hospitales. Transporte público.

La violencia no solo se practica con armas de fuego y pertrechos de guerra convencional, también lo es la falta de servicios básicos, la corrupción generalizada de los funcionarios públicos, la destrucción económica, la falta de educación, el caos hospitalario, y en general; todo cuanto contribuye al estado general de desidia colectiva.

Los elementos expuestos anteriormente son indicativos de la guerra civil molecular, un tipo de conflicto que en sus inicios pasa desapercibido en las sociedades que lo han padecido, y que se pone de manifiesto una vez que las instituciones del estado nación son incapaces de sostener el status quo del sistema político que les dio origen.

En su etapa más violenta, de la guerra civil molecular, los distintos actores sociales convulsionan al punto de la disgregación cultural, étnica, e incluso racial y religiosa. Los conflictos de guerra civil molecular usualmente terminan en secesiones territoriales y configuración de nuevos estados. En el peor de los casos, simplemente se perpetúan como estados fallidos.  

El fenómeno no es nuevo en occidente, teniendo como referencia las guerras yugoslavas o de los Balcanes. Aunque en menor medida, también lo son las guerras de maras en Centroamérica. Y el peor ejemplo de de todos ha sido el caso de Somalia.

Venezuela está peligrosamente enferma y presenta síntomas muy indicativos de las primeras etapas de este tipo de conflicto civil y los estados fronterizos de occidente, así como la dramática situación en las minas de oriente nos alertan de la proximidad de una convulsión social de consecuencias indeterminadas que pudiesen llevar al fin de Venezuela tal cual la conocemos hoy día.

Joelvin. Villarreal. V.

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