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jueves, 23 de febrero de 2023

Personas para el respeto e ideas para el debate.

 



Todas las personas se respetan, no hay duda de ello, sin embargo; las ideas tienen otro trato distinto, no todas las ideas son respetables: las ideas se hicieron para el debate, y debate no es lo mismo que confrontación personal. El hecho de diferir sobre las ideas no significa que dos personas, o grupos de personas, tengan que ser necesariamente enemigos. Vivimos en una sociedad polarizada y cargada de odio, entre otras cosas, gracias al discurso de las elites políticas.

Las redes sociales son reflejo de la polarización y del discurso de odio, no son en sí misma las culpables, sino las catalizadoras de todo ello. Por supuesto mis amigos psicólogos, entre otros expertos, podrán exponer razones, quizá, más profundas que las expuesta por mí en esta breves líneas; yo lo abordo desde mi área de estudio, la política. Vivimos diariamente expuestos a políticos que han entendido el juego de la polarización, saben que dividendo pueden obtener más poder y control sobre nuestra sociedad.

En el pasado, el término “político” era sinónimo de un personaje que buscaba estar en buenos términos con todo el mundo, alguien que sabía manejar sus relaciones interpersonales y sacar provecho de su buena gracia social. Las personas se comportaban en términos más diplomáticos. Hoy día el término “político”  es sinónimo de un sin fin de adjetivos negativos: odio, corrupción, abusador, entre otros. Nuestros políticos ahora no ven ciudadanos, sino vasallos; no ven criticas, sino saboteadores; no ven adversarios, sino enemigos. Todo su discurso de ha diseñado para dividirnos en bandos –colectivos- cada uno de ellos con una visión extremista y antagónica frente a los otros. Han planteado la política moderna en un juego de suma cero.

La filosofía nefasta inspirada en el relativismo le ha enseñado a la gente de que todas las ideas son validas y respetables, ese planteamiento ha tenido consecuencias negativas. Partimos de una filosofía donde todo se acepta para “no ofender”, no herir los sentimientos del otro. Hoy día, diferir se concibe como ataque personal. El debate no se concibe como herramienta para llegar a consenso, a la lógica, a la verdad; se ha desvirtuado como herramienta de ofensa, de humillar al otro, de atacar el ego. Ha dejado de ser debate para convertirse en confrontación personal. Hoy se respeta a las ideas, más no a las personas. 

Finalmente, las personas confunden sus derechos y libertades políticas inspiradas en la democracia. Ciertamente sus derechos y libertades les garantizan el poder expresar opiniones sobre cualquier tema político, religioso, economía, entre otros; garantizan además, un voto a ser contado en las urnas electorales para elegir a su representante político en cualquiera de los cargos de elección popular. Eso no se debe confundir con el hecho de que las opiniones tienen jerarquía: usted no puede pretender hablar de medicina y que su opinión tenga la misma validez que la de un medico, siendo usted albañil; o que sus opiniones en construcción puedan tener mayor peso que la de un ingeniero civil, siendo usted médico; así muchos otros ejemplos como que en los temas políticos, aunque usted tiene su opinión y derecho a expresarla, no pretenda que su opinión sea igual de respetable que la de un politólogo a la hora de analizar un fenómeno relacionado al poder. El asunto es saber diferenciar una opinión de un argumento. Las personas no están atentas a escuchar argumentos, sino a expresar sus sentimientos en forma de opinión, y hacer que estas últimas se impongan para no sentirse ofendidas. Así no se construye nada positivo, solamente odio y división; materia prima de quienes buscan perpetuarse en el poder.

Joelvin Villarreal V

Politólogo.

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