Los venezolanos, y en general los latinoaméricanos, tenemos una tendencia de querer planificar y sujetar toda activad a la supervisión del Estado bajo cualquier figura “benevolente” dotada de una carga moral superior que vele por el bienestar y la libertad ciudadana. Somos nosotros mismos los que, inadvertidamente, fundamentamos las bases de las tiranías presentes y futuras.
Hemos desarrollado la creencia de ser poseedores de una idea vital para el desarrollo social pero, que los niveles cognitivos de nuestros compatriotas no alcanza para entenderla y, que por tanto, en virtud de un bien superior, deberá ser impuesta en principio.
En primer lugar, para abordar el tema central de este artículo debemos partir del siguiente planteamiento: El Estado, de acuerdo a cada uno de sus niveles e
instituciones, planifica en función de brindar seguridad ciudadana y
estabilidad interna frente a las amenazas externas e internas;
planifica también en función de un sistema de justicia que garantiza
la resolución de conflictos y sostenimiento de la paz ciudadana. Y finalmente
planifica el sostenimiento y la construcción de obras públicas que son vitales
para la supervivencia del propio Estado: grandes autopistas, aeropuertos,
puertos, puentes, edificios públicos, es decir; todo cuanto significa
garantizar el comercio y toda actividad de movilidad social con lo cual se
desarrolla una nación, así como también, la operatividad institucional que se
requiere para todo ello. No hay otras funciones atribuibles a la actividad
Política del Estado a través de sus instituciones de gobierno, El Estado no
está para planificar la sociedad, tal cosa conlleva al declive de la libertad.
Segundo, debemos comprender que el problema con los controles es precisamente que son instrumentos que limitan la libertad ciudadana, es decir; la libertad que tiene un ciudadano para poder desarrollar ciertas actividades. En tal sentido, hay que tener mucho cuidado con cada nueva normativa aprobada, pues ellas en sí mismas son parte del contrato social que hacemos los ciudadanos con el Estado, en tal sentido ¿Cuánta libertad estamos dispuestos a ceder? “Quien empeñe su libertad a cambio de seguridad, termina sin ambas” Benjamin Francklin. Por supuesto esta frase debe ser tomada en su justa medida, llevarla al extremo solo sirve para que pierda su sentido.
A partir de los planteamientos antes expuestos tenemos que definir cuáles son los límites que tiene el Estado para ejercer violencia legítima -leyes- frente a la actividad ciudadana. No son
los límites de la libertad ciudadana los que deben ser puestos en
cuestionamiento, sino los limites que tiene el Estado para cercenarlos. El Estado
no es un ente sobrenatural despojado de toda maldad humana, no es un ser de luz
mesiánico; el Estado son instituciones manejadas por hombres para cumplir
funciones especificas dirigidas a la seguridad, justicia, y contratación de obras públicas. Esos hombres
tienen sed de poder, y son ambiciosos. De acuerdo a la teoría de élites: quienes
ejercen la política como profesión son personas propensas a querer acumular poder
absoluto. Es por ello que los funcionarios públicos deben ser limitados en sus funciones y prerrogativas.
“El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente” Edmund Burke.
Excelente !
ResponderEliminar