Joelvin. R. Villarreal.V |
"En la esfera económica, un
acto, una costumbre, una institución, una ley no engendran un solo efecto, sino
una serie de ellos. De estos efectos, el primero es sólo el más inmediato; se
manifiesta simultáneamente con la causa, se ve. Los otros aparecen
sucesivamente, no se ven; bastante es si los prevemos.
Toda la diferencia entre un
mal y un buen economista es ésta: uno se limita al efecto visible; el otro
tiene en cuenta el efecto que se ve y los que hay que prever.” (Bastiat,F.1850).
De esta manera comenzó el gran
pensador francés Frèdèric Bastiat su famoso ensayo de política económica al cual
tituló, “lo que se ve y lo que no se ve”, donde se planteó, no solo educar al público
general francés sobre los complejos y difíciles procesos económicos, sino que
también; pretendía influir entre sus pares parlamentarios para que tomaran
consciencia sobre sus responsabilidades y el significado de dictar leyes y de
cómo estas afectaban al público en general, es decir; Bastiat escribió sobre
decisiones políticas y sobre las consecuencias que estas siempre acarrean, en
especial para el público en general, victima constante de los delirios
demagógicos de algunos políticos de turno.
Aquel trabajo, aquella visión
sobre la política y la economía debiera estar bajo consideración de lectura
obligatoria para todo aquel que pretenda ejercer cargos de elección popular en
nuestro país, muy concretamente, la política legislativa; asunto de especial
interés y de delicada situación en estos tiempos.
Ambigüedad y vacilación son
palabras, actitudes, prácticas que el poder legislativo no se puede permitir:
vacilar en medio de la crisis genera confusión, y la confusión deriva en caos;
así mismo, la ambigüedad en la ley. No se puede vacilar en medio de la
necesidad, así como tampoco; puede permitirse la ambigüedad en la aplicación de
la justicia.
Mucha carga de ambas, tanto
ambigüedad como de vacilación, padecen nuestros políticos contemporáneos, no solo
en Venezuela, pero es en esta donde la exacerbación de los males que aquejan al
político moderno son observables sin mayor dificultad. Tenemos en Venezuela,
por ejemplo, el triste papel del parlamento electo por votación popular en
diciembre de 2015: vacilantes en todo momento frente al totalitarismo que
gobierna de facto la república, al punto de vacilar entre el reconocimiento o
la exclusión ilegitima de sus propios miembros parlamentarios. Ambiguos en todo
momento a la hora de tratar el tema de la nacionalidad de quien ejerce de facto
el poder ejecutivo, ambigüedad al punto de haber separado de su cargo a Nicolás
Maduro en enero de 2017, y aun así le siguen llamando presidente.
Así mismo la propia naturaleza
vacilante y ambigua de los principales partidos políticos de “oposición” y sus
doctrinas políticas socialdemócratas (vacilan entre ser de izquierda pero
coquetean con algunos principios de derecha) o, como ahora está de moda llamarse;
DE CENTRO. Todo ello ha constituido la
base fundamental del camino hacia ninguna parte – título de la última obra en
vida de Giovanni Sartori-.
El camino hacia ninguna parte
es, principalmente, no haber proyectado nunca una propuesta firme, sin vacilaciones
ni ambigüedades, que pudiese haber generado la indispensable contención
ideológica frente al proyecto totalitario que ha sido cuidadosamente organizado
y llevado a la práctica por los garantes del foro de Sao Paulo en nuestro país.
Hay mucha vacilación cuando se
trata, por ejemplo, el tema de la economía nacional: mucha retórica presente al
momento de denunciar el modelo, pero se vacila al momento de darle nombre a ese
modelo, les asusta pronunciar la palabra SOCIALISMO. Se ahogan en la ambigüedad,
pues la prefieren en lugar de tener que asumir el fracaso de un modelo
ideológico que en el fondo comparten quienes supuestamente son la “oposición”.
Plantean su ambigüedad cuando
afirman que es necesaria cierta planificación económica que les permita superar
la crisis. Nada de eso, simplemente Vacilan porque saben que deberían asumir
una verdad tan clara como el agua: LA ECONOMÍA NO SE DECRETA, SE LIBERA.
La vacilación y la ambigüedad
deben ser prontamente sustituidas por un discurso político firme que defienda
los valores de la propiedad, la vida y la libertad de los venezolanos y un
accionar coherente con ese discurso que nos permita generar la necesaria
contención política e ideológica frente al totalitarismo del cual somos
víctimas. Es urgente que dejemos de
andar por el camino hacia ninguna parte y giremos a la derecha, sin vacilar,
sin complejos, sin atavismos sociales, sin ambigüedades; hacia el camino de la
prosperidad.
Hay que cambiar la vacilación por la firmeza y
la ambigüedad por la coherencia; la izquierda por la derecha, simplemente HAY
QUE CAMBIAR EL SISTEMA.
Joelvin. R. Villarreal. V Cs. Políticas URU
TWITTER: @JoelvinRV
INSTAGRAM: @JoelvinV
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