Fragmento del libro "Venezuela Liberal" de Oliver Laufer
A la venta en marzo de 2010.
Editorial Libertad
Propiedad
Cuando las tropas realistas dirigidas por Domingo de Monteverde tenían una victoria asegurada contra el gobierno constitucional de Francisco de Miranda, el Presidente de Venezuela pediría una única condición que condicionaría el armisticio y la derogación de nuestra primera República. Esta condición fue el respeto a la vida y la propiedad de los venezolanos. La propiedad privada fue uno de los principios más fuertemente defendidos en la primera constitución nacional. No sólo la influencia liberal de nuestros padres fundadores fijaría nuestro amor por la libertad y la propiedad, sino también el hecho de que históricamente la propiedad está rígidamente ligada a la historia de la civilización humana.
Para el liberal todos los ciudadanos tienen el derecho de ejercer la profesión que anhelen y generar todas las ganancias económicas y la riqueza que deseen o sus facultades les permitan. Estas ganancias a su vez pueden ser utilizadas para lo que los ciudadanos quieran. Por ejemplo, adquirir bienes o servicios de cualquier índole sin ninguna limitación y disfrutarlos de la forma que deseen. Para el liberal es moralmente correcto y justificable que las personas puedan gozar del fruto de sus ganancias y de la utilización de su propiedad sin mayor limitación que la de no atentar contra la libertad y la propiedad de terceros.
En cualquier país del mundo, incluida Venezuela, el robo es una actividad ilegal y está penado incluso con prisión. Desde nuestros inicios como Civilización el robo ha sido visto como un atentado directo contra las reglas de cualquier sociedad. Desde la antigua Grecia, pasando por el Imperio Romano y todas las grandes naciones cuyo desenvolvimiento en el progreso de la Raza Humana ha sido importante, el robo ha sido considerado como una actividad no tolerada por la mayoría. Las naciones más decadentes fueron y son las que no podían asegurar la protección de la propiedad de los ciudadanos; esto es, aquellas que no podían evitar el robo. La historia de nuestra Civilización a su vez está completamente atada a la historia de la religión. Es por eso que las principales religiones del mundo también han defendido la propiedad vehementemente a lo largo de los siglos: el séptimo mandamiento del Catolicismo, el decimoquinto mandamiento del Éxodo, el octavo mandamiento Protestante, el octavo mandamiento del Judaísmo, y el octavo mandamiento de la Iglesia Evangélica, citan un simple dictamen: “No robarás”.
¿Pero no es, pues, el robo la usurpación indebida de la propiedad privada? Robar es, efectivamente, apropiarse de algo que no le pertenece a uno; despojar a otro individuo o grupo de individuos de su propiedad, siendo ésta adquirida de forma generalmente violenta para hacer uso de ella sin ser legalmente dueños de la misma. Robar es apropiarse de algo que no le pertenece a uno y es también expropiar al verdadero dueño de ese bien. Es decir, y visto objetivamente, expropiación y robo son palabras sinónimas.
Que un Estado legalice y profundice sus facultades para expropiar los bienes de los ciudadanos es simplemente la legalización, por ley, del robo. Los crímenes, -cualquier crimen,- son atentados contra nuestra propiedad y nuestras libertades individuales. ¿Qué son el robo, el homicidio, el secuestro, las agresiones físicas o el fraude? Todas estas actividades son atentados directos contra nuestra propiedad y nuestras libertades individuales. En Venezuela hay impunidad porque actualmente no se defienden correctamente ni la propiedad ni las libertades individuales. El gobierno no puede comprometerse a frenar la criminalidad y el robo cuando es el mismo gobierno el que a través de una política de expropiación forzosa de los bienes de los ciudadanos ha legalizado el robo de propiedades desde el sector público.
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Oliver Laufer
http://www.oliverlaufer.com
Organización por la Democracia Liberal en Venezuela
http://www.odlv.org
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