Joelvin Villarreal |
Los totalitarismos
no surgen de la casualidad, ni tampoco son fortuitos; son devenidos de largos y
complejos procesos, solo comprendidos y advertidos por ciertas elites de
estadistas y científicos de la política, pero no en general por quienes son
actores políticos en dichos procesos de cambio.
Los tiranos
terminan muchas veces siendo actores protagonistas en un jugo que ni ellos
mismos se esperaban, son arrastrados como por una marea turbulenta de circunstancias
de tipo económico-sociales que rebasan la política tradicional en determinados
escenarios; el caos impone reglas para un nuevo orden, o muchas veces para un
desorden mayor. En el primer caso tenemos por ejemplo a un Pinochet, quien a última
hora, termina presidiendo una junta para la cual ni el mismo había conspirado, en
el segundo de los casos tenemos al estado fallido de Somalia.
Entender
los procesos de cambio, adelantarnos a situaciones reales de ingobernabilidad,
y someternos a complejas negociaciones – muchas veces carentes de justicia
inmediata- es la vía para frenar inmensas desgracias a las naciones, más allá
de cualquier tipo de interés propio de los grupos de poder.
Venezuela
muy aceleradamente vive un proceso dentro del cual los factores que dicen representar
el poder ciudadano pierden credibilidad y confianza ciudadana; se deslegitiman ante
el poder originario. Un país en donde ninguno de los actores políticos respeta
las reglas constitucionales, la ciudadanía opta por imponer sus propias reglas,
paso previo a un desorden anárquico.
La desgracia
actual radica en que el sistema ha sido exitoso en cuanto ha rentabilizado el
robo y la corrupción por encima del trabajo y la honestidad: En la Venezuela
Bolivariana es más rentable robar, o contrabandear que trabajar. Precisamente esa
desgracia es la que pronto, de no hacer nada, va a devenir en el caos.
El instinto
de supervivencia es la acción política mas poderosa que existe, si la ciudadanía
no encuentra respuestas a sus necesidades dentro de los órganos del estado
termina por organizarse en estados paralelos, o mejor dicho, organizaciones
tribales donde los más fuertes se imponen en la lucha por los recursos escasos.
Se tiene
que ir, no por mero capricho de un numeroso grupo de ciudadanos, sino porque su
salida abre camino a un proceso de reconstrucción, de medidas, de acciones que
brinden la confianza necesaria para una inyección de recursos necesarios y
urgentes que cubran las necesidades básicas de una ciudadanía al borde del
colapso. La dureza necesaria para enfrentar las realidades económicas por venir
solo será aceptada por una ciudanía, ya no con garantías; sino más bien con
hechos concretos de abastecimiento de alimentos y medicinas.
Si los
actores políticos prestan la debida atención a los expertos y son inteligentes
para analizar la actual situación se percataran de un hecho ineludible: él ahora
es un estorbo tanto para el oficialismo como para los diversos factores
opositores, y para el país en general.
Ojala
este envalentonamiento que he visto en los medios por estos últimos días, además
de ciertos y diversos personajes en clara campaña electoral, y las
declaraciones de algunos personajes de peso internacional, sea la señal de que
el mensaje se ha captado.
¿Qué
saben ellos, que el resto de nosotros no? ¿Pescando en río revuelto?
He visto
procesos por estos días, preludio tal vez del cambio en los próximos días…
¡Tal
vez habrá un nuevo timonel, que ni siquiera sabe que lo será!
Ojala
y sea para bien, el país no aguanta más.
@JoelvinRV